El mensaje más bonito en realidad fue una respuesta seca.
Pero carecería de todo sentido sin el contexto.
Durante un par de meses yo había intentado quedar con una chica espectacular, pero ella siempre tenía perfectas y muy consideradas excusas.
Yo sabía que si bien ella estaba libre, era permanentemente asediada por un verdadero coro de lameculos. No era mi intención convertirme en uno más, así que mis invitaciones eran espaciadas y casuales, tratando de disimular (aunque seguramente ella lo percibiría) la intensidad de mi interés.
En medio de la espera conocí a otra chica que si bien al comienzo no me produjo la misma conmoción que ella… poco a poco se fue apoderando de mi atención. Realizábamos una investigación en forma conjunta y nos reuníamos dos o tres veces por semana al atardecer.
Al principio estaba embobado por la otra, y no había reparado en lo linda que también era ella, tal vez porque al principio también, ella no era tan coqueta. Pero me sentía muy cómodo en su compañía, nuestras charlas se prolongaban cada vez más y empecé a fijarme en la delicadeza de sus maneras, en su risa contagiosa, en la calidez de su mirada… y en que cada vez que nos volvíamos a ver ella se vestía más sexy.
Me di cuenta que no tenía porqué dejar pasar más tiempo para invitarla a salir. Por casualidad tuve que coincidir con la primera chica, el mismo día que había decidido que al atardecer encararía a la que es mi actual novia.
Más como un reflejo condicionado que por otra cosa, la invité a salir (casi con desidia) una vez más. Para mi sorpresa esta vez aceptó de muy buena gana. Yo… que tanto había deseado ese momento, me sentí extraño, pero tuve curiosidad…
Fuimos a cenar a un lindo resturante, charlamos, la escuché... la escuché... pero muy pronto me di cuenta que el influjo, el encantamiento, que había tenido sobre mí había terminado. Yo ya no quería estar ahí con esa chica, yo quería estar donde estaban mis pensamientos, y con la que se había adueñado de mis pensamientos.
Fui hasta el baño y le mandé un largo mensaje de texto, donde le contaba todo y de lo estúpido que me sentía de estar ahí, que quería encontrarme con ella esa misma noche.
Después de enviarlo sentí temor de haber hecho mal las cosas, de ser un atolondrado, de haber arruinado todo.
Volví a la mesa incómodo y nervioso, la que estaba conmigo se dio cuenta que algo me pasaba y me lo preguntó, en ese momento sentí la vibracíón de mi teléfono, el corazón me latía tan fuerte que pensé que se notaría. Leí:
“Eso te pasa por tonto, estoy en casa, no tardes mucho porque me puede venir sueño… ja,ja.”
No puedo imaginar un mensaje mejor.
|