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Extractos de material encontrado en la red que describen el porque y las características del machismo mexicano y lo ponen como algo impreso en el caracter del mexicano.

El mexicano siempre ha llevado una carga muy pesada, el sentimiento de inferioridad, éste ha tratado se ser explicado por muchas personas pero nadie ha sabido porque realmente esta característica es distintiva de nosotros los mexicanos, Octavio Paz atribuye este sentimiento a otro, la soledad, una soledad que despierta en la adolescencia y que tratamos de sobrellevar a través del uso de máscaras, caras ajenas a nosotros mismos que nos representan y con las cuales nos presentamos ante los demás.

El silencio es la mejor arma, es mejor ser callado y reservado que llorar y ser observado, es mejor demostrar prosperidad aunque nos falte el alimento; Samuel Ramos en su obra “El Perfil del Hombre y la Cultura en México” explica este sentimiento de inferioridad como un patrón de imitación mecánica a la auto denigración, explica que el mexicano nunca se siente completo, siempre tiene un vacío, siempre le hace falta algo, nunca està completo; Roger Bartra por su parte en su libro “La Jaula de la Melancolía” expresa una opinión mas ligada hacia la política, expresamente hacia los dirigentes políticos de la nación que desde principios de siglo crearon a un nuevo mexicano, basado en personas dóciles y pasivas para poder mitigar cualquier intento de sublevación.
Quizá este sentimiento se desarrolla desde el seno materno, como dice Octavio Paz el mexicano es el producto de una violación, es el hijo de La Chingada, la madre violada y ultrajada, si nos remontamos a muchos siglos atrás el indígena fue mitigado por el Español, la lucha de independencia fue una batalla para liberar al Criollo del Imperio Español y el indígena siempre fue subyugado, y actualmente la clase política había sido tan opresiva disfrazada de paternalismo que nunca nos dimos cuenta de que el mexicano se volvió pasivo, el pueblo de México, los aztecas más bien dicho era un pueblo guerrero desde sus inicios y ahora solo somos un pueblo crítico que se preocupa, no se ocupa, y todas estas cargas se van transmitiendo de generación en generación, como una herencia que va pasando y pasará hasta que se ponga un alto.

Como mexicanos, siempre que pensamos o nos preguntamos por nuestras características nos viene a la mente solo aspectos negativos, así como se crean las naciones se creó una identidad falsa, una identidad que constituye al nuevo mexicano, desde Vasconcelos que plasmó al mexicano con su estereotipo mundial del indio cabizbajo, siempre dormido y con su característico jorongo, y no puede faltar el maguey y los huaraches, hasta las películas de la “Época de Oro del Cine Mexicano” que plasman a un mexicano alburero, tramposo y fiestero, siempre melancólico en el fondo, violento, resentido pero eso si, siempre machista y sentimental, y coincido nuevamente con Roger Bartra que dice que “se ha inventado a un mexicano que es la metáfora del subdesarrollo permanente, la imagen del progreso frustrado”.

Una de las cualidades mas representativas a nivel mundial del mexicano es el machismo representado gloriosamente en el cine de la época de los 50’s, y no por nada ha sido o fue en décadas pasadas una característica primordial y básica del mexicano, de hecho ningún mexicano podría decirse mexicano sin ser un macho, esta costumbre o característica es producto del complejo de inferioridad del mexicano que coloca al machismo como su mejor expresión. El mexicano tradicionalmente ha llevado una vida hostil y tiende a reaccionar violentamente y siempre busca un conato de violencia para elevar su autoestima y demostrar su hombría, bien dice Samuel Ramos en referencia al llamado peladito4 “En sus combates verbales atribuye al adversario una feminidad imaginaria, reservando para si el papel masculino. Con este ardid pretende afirmar sus superioridad sobre el contrincante”. 5 Así bajo estas alusiones el mexicano creó un concepto de hombría relacionado con su identidad, el machismo como identidad del mexicano, un patriotismo creado a partir de un sentimiento de inferioridad y alentado por las madres oprimidas, mismas víctimas del machismo mexicano. No creo que exista un momento histórico en que podamos definir el nacimiento del macho mexicano, de una falsa identidad, pero personalmente creo que el machismo se crea de la mano con la identidad del mexicano como tal, es decir, es decir fue una forma de sobrellevar una carga pesada, una vida agobiante llena de desigualdades y sobre todo, la mejor forma de justificar su inseguridad y su sentimiento de inferioridad, el machismo mexicano nace como respuesta a la necesidad de contrarrestar una mala vida, una identidad perdida que buscaba ser encontrada aunque esta fuera falsa o equivoca.

No por nada el machismo ha sido una de las principales características de los mexicanos en trabajos de autores como Samuel Ramos, Octavio Paz e incluso Roger Bartra que tratan de explicar el porque? Como? ¿ y cuando?

Es muy escuchado en las películas nacionales la frase “El mexicano no se raja” o “No te rajes”, Octavio Paz realiza un análisis de esta palabra y dice que rajarse es abrirse, es decir el mexicano no se abre, no puede rajarse no puede mostrar eso que siente, eso que tal ves lo mata de felicidad o que le desgarra en lo mas profundo de su ser, y simplemente el mexicano no se abre porque recrea un caparazón en donde se siente a gusto, en donde los problemas no le agobian, el rajarse sería permitir la entrada de intrusos a su intimidad, a lo mas profundo de su ser. Pero realmente no entiendo el porque esta cultura de las máscaras, ¿No sería mejor abrirnos, rajarnos? Expresar lo que sentimos sería interesante, no tendríamos que justificarnos, a los mexicanos no nos gusta abrirnos, preferimos ponernos una máscara para enfrentar la vida desde una perspectiva que no nos dañe tanto, una forma de ser creada, inventada, como las naciones o el machismo, fomentada por las madres, la chingada y la sociedad consumista.

El mexicano es apasionado por naturaleza, pero lo calla en sus adentros, lo guarda solo para ciertas personas y ocasiones, no le gusta hablar mucho de si mismo, se expresa acerca de si mismo en cortas palabras, refranes, frases, habla mucho pero sin sentido, hace alarde de sus cualidades, pero realmente se forma una identidad diferente, una identidad protectora, una fortaleza imaginaria que lo acompaña en todo momento y le cubre el corazón de ser lastimado, disimulamos para ser diferentes a la realidad. El mexicano solitario e inseguro por naturaleza se vuelve temerario y sociable en las fiestas, gracias al alcohol; la fama de “borrachos” que hemos creado los mexicanos es una forma de descansar de ese caparazón, de esa máscara que llevamos cargando día con día, el borracho se desinhibe, se une al folklore de la fiesta, se compenetra con el ritual mexicano que imprime vigorosidad en cada celebración, el mexicano borracho es como un niño solitario que al encontrar otros niños, juega sin importarle nada, así es el mexicano solitario que se despierta de su aparente realidad y vive, simplemente vive como desearía vivir, aunque solo sea por unos instantes.

La consolidación de la nación mexicana, ideológica y materialmente, fue alentada desde sus inicios no sólo en las batallas de la frontera salvaje, no sólo en los rituales de votación de la política presidencial, sino también en la imaginería y la invención de lo mexicano y la mexicanidad en el cine nacional. (Posteriormente, la radio y la televisión tuvieron un papel fundamental en hacer que la gente de toda la república adquiriera un sentido de identidad nacional al compartir una historia y un destino comunes. Aunque había protagonistas femeninas en las películas del periodo, en la pantalla cinematográfica los actores hombres fueron los que encarnaron el potencial explosivo e inquieto de la emergente nación mexicana. Y de todas las estrellas de la época, hubo una que sobresalió como “macho entre machos.” Siempre como el guapo charro (un vaquero que canta) con pistola, con su melodiosa voz de tenor eminentemente masculino, Jorge Negrete llegó a representar a la fanfarrona nación mexicana, cantando:

Yo soy mexicano, mi tierra es bravía.
Palabra de macho, que no hay otra tierra más linda
y más brava que la tierra mía.
Yo soy mexicano, y orgullo lo tengo.
Nací despreciando la vida y la muerte,
Y si he hecho bravatas, también las sostengo.
De la canción “Yo soy mexicano”


En las cantinas rurales, esos templos masculinos de la edad de oro del cine
mexicano, se forjó el talante del macho. México aparecía en la pantalla como una sola entidad, aunque internamente fuera incongruente, mientras que dentro de la nación las figuras del Hombre Mexicano y la Mujer Mexicana cobraban importancia, el primero, bravío, generoso, cruel, mujeriego, romántico, obsceno, muy de su familia y de sus amigos, sometido y levantisco. Y la mexicana es obediente, seductora, resignada, servicial, devota de los suyos y esclava de su marido, de su amante, de sus hijos y de su fracaso esencial.

Las distinciones entre ser macho y ser hombre empezaban a aparecer con mayor claridad en el cine mexicano de los cuarenta:
Ser macho es ya una escenografía. Ser macho es una actitud. Son gestos, ademanes.
Es la conciencia de que en la potencia genital está la raíz del universo, todo eso.
Pasa de la noción del peligro a la noción de la jactancia. Eso es lo que hace la diferencia entre macho y hombre. Como dice la canción de la Valentina: “Si me han de matar mañana, que me maten de una vez.” Eso es ser muy hombre. “Tengo cuatro viejas.” Eso es ser muy macho.

Otros arquetipos nacionales mexicanos siguieron a Negrete, como Cantiflas, que representaba a un pelado más despreocupado que el de Ramos, y Tin Tan, otro actor famoso basado en el pachuco con experiencia en Estados Unidos.Posteriormente, a fines de la década de los cuarenta, Octavio Paz realizó una refinada disección del machismo mexicano en El laberinto de la soledad (1950). A pesar de los deseos de Paz de sólo dirigirse a un pequeño grupo “constituido por esos, que, por razones diversas, tienen conciencia de su ser en tanto que mexicanos” más que cualquier otra, esta obra ha llegado a convertirse en la opinión autorizada de los atributos mexicanos esenciales como el machismo, la soledad y la adoración a la madre. Por lo tanto, cuando Paz escribe que “El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos, también, de sí mismo” (p. 26), no hay que tomarlo
literal sino literariamente. Es un libro magníficamente escrito y parte de la razón de su elegancia se debe a que Paz estaba creando cualidades de la mexicanidad a la vez que reflexionaba sobre ellas.
 
 

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