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A raíz de las respuestas vertidas en un hilo en el que acabo de intervenir, he creído conveniente desarrollar algo más el tema del amor y su supuesta fecha de caducidad.
Para empezar, tal vez sea necesario precisar que, más que el amor en sí, sería la pasión la que lleva implícita dicha fecha de caducidad. Recalco esto porque el amor más auténtico, que es el que se siente hacia los hijos o hacia los padres, ese rara vez caduca.
Pero el amor apasionado y vehemente sí que suele caducar tarde o temprano. Es más, considero que no puede ser de otro modo, dada su maravillosa esencia. A fin de cuentas, lo que es bueno (y la pasión arrebatada lo es) ha de durar necesariamente poco, pues casi por definición todo aquello que se prolonga en exceso en el tiempo acaba convertido en rutina. Posiblemente haya que buscar ahí la razón por la que las parejas de larga duración acaban hundidas en el aburrimiento y la monotonía, lo que no significa que entre sus componentes haya de perderse el afecto, ni incluso tampoco el amor si me apuran; lo único que se pierde es, insisto, la pasión. Y eso es algo inevitable contra lo que, como tal, resulta inútil luchar. De ahí quizá que tanta gente se lance a recuperar el paraíso perdido buscando en hogueras más candentes aquel fuego que en su momento se les apagó, aun a sabiendas de que también ese nuevo fuego volverá irremisiblemente a consumirse ante las gélidas acometidas de la rutina. Al fin y al cabo, la propia existencia no es en sí misma sino una incesante búsqueda de fuego y una sucesión de rutinas de vez en cuando interrumpidas.
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Modo Hilado