Pues al primero que dejé, le cerré todas las posibles vías de contacto. Aunque luego, al tiempo, como un año después, se abrió una página en una red social y se dedicaba a mandarme mensajes de madrugada sin yo tenerle agregado. Nunca le contesté, y después de año y pico así, paró. Hasta hoy, aunque de vez en cuando se encuentra con mi familia, les pregunta de mi vida y les cuenta la suya.
Con el segundo, que lo dejamos de mutuo acuerdo, no hemos vuelto a hablar, una vez me lo encontré por ahí y ni nos saludamos.
Y luego, con otros, que no fueron nada serio, la mayoría si han reaparecido meses después, pero no había ya donde rascar. A los primeros les pedí explicaciones por su desaparición repentina sin explicación ninguna, cuando era inocente, y pensaba que me las iban a dar, pero, después de recibir sus ambigüedades, corté el contacto de nuevo. A los siguientes, ni siquiera les contesté.
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