La mayoría de los médicos de familia que ejercen en España jamás han visto un paciente de difteria. Décadas de campañas de vacunación relegaron esta enfermedad infecciosa y potencialmente mortal a la categoría de dolencia erradicada, material de libro de texto. Pero esta semana, en Olot (Girona), un niño de seis años se ha convertido en el primer afectado de difteria en 28 años. España ni siquiera tenía reservas del fármaco, una antitoxina, que es clave para superar la enfermedad. Las de Francia y Suecia estaban caducadas. Hubo que traerlas en avión desde Rusia y en valija diplomática. El niño no estaba inmunizado por decisión consciente de sus padres. Ante un caso así, la pregunta brota inevitable: ¿Debería ser obligatorio que las familias vacunaran a sus hijos?
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Mi opinión es que sí, por la incultura de unos pocos que se creen cualquier chorrada que sale en internet ponen a los demás en peligros, incluso ellos mismos.