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Iniciado por Ginebra666
A Robin Willians lo mató una depresión que llevaba arrastrando desde hace mucho tiempo, esa depresión era consecuencia de una adicción al alcohol y las drogas que llevaba arrastrando desde hace más años aún, nada tuvieron que ver las redes.
En este desafortunado accidente lo mismo, las redes no tuvieron culpa alguna, estas personas se estaban haciendo una foto y la barandilla cedió, igual que te puede pasar a tí si te vas a Ronda y cede la barandilla del mirador ese tan alto que hay cuando te estás haciendo una foto para mandarsela a tu cuñado.
Los accidentes ocurren, y ocurren desde que el mundo es mundo.
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Querida Ginebra. Discrepamos profundamente en este caso (lo cual no es malo) y te voy a explicar la argumentación de mi postura.
Ante todo, nadie está demonizando a las redes sociales. Quiero que lo tengas muy claro. Lo que sí abogo, como muchos compañeros foreros, es por un uso RACIONAL de las nuevas tecnologías.
1. Empiezo con el caso de la barandilla, que es mucho más rápido de explicar. No, no se trata de una barandilla en mal estado de mantenimiento que cedió justo cuando se iban a apoyar en ella. No van por ahí los tiros. Más bien van por el histerismo, la agitación por salir bien en una foto para que más tarde puedan recibir muchos "likes". Eso y no otra cosa ha sido lo que ha generado ese luctuoso accidente.
En primer lugar, no es muy habitual que cinco tiarrones se amarren a una barandilla en la manera en que se hizo. Tú puedes hacer una foto al estilo tradicional y la gente se reparte, como si se tratase de una foto de equipo de fútbol, a lo largo de un espacio mucho más amplio que el que se dedica a una foto de selfie. En estas últimas, como se realizan a muy corta distancia, todo el mundo tiene que abarrotarse y casi, casi, pegarse por obtener una buena localización desde la que se pueda contemplar lo bellos (ironía) que son sus "jetos".
De esta manera, esta demostrado que el desastre no hubiera tenido lugar al realizar una foto a la manera clásica puesto que los pesos se hubiesen repartido por toda la barandilla, sin llegar a ceder, y eso en el caso de que hubieran tenido que presionar peligrosamente sus cuerpos sobre la barandilla, lo cual no es obligatorio, como se observa en este ejemplo:
2. Vámonos al caso de Robin Williams. Evidentemente, la depresión no mata a las personas. Estas se ven abocadas al suicidio por las causas que originaron la depresión. Eso es lo que tenemos que buscar. ¿Por qué estaba triste Williams? Difícil de imaginar, ¿no?
Pues bien, ayer leí un artículo en inglés que explicaba las razones de su reciente fallecimiento. Y, si bien, los motivos que conducen a una persona no deberían simplificarse puesto que igual son muchos y diversos, sí se detenía en uno de ellos: la continua necesidad de sentirse "gracioso".
Ya sabemos todos lo que es eso: el más difícil todavía. "Madre mía, me he encontrado con Robin Williams en el super y mira que chiste tan bueno que me ha contado sobre un chino, un inglés y un español.
¡Y con que muecas! ¡Me he reído un montón! Pues yo, cuando coincidí con su mujer y su hija en Torremolinos (yo que sé donde veranearía este hombre
) me hizo una imitación de Barack Obama que era desternillante. Ah, ¿y os acordáis en su último monólogo en Nueva York? Todos los chistes eran nuevos".
La presión por ser mejor, más divertido, en todo lugar y cualquier situación... tiene que ser terrorífica. "Joer, pues me he encontrado a Robin Williams en un vuelo a Nueva Zelanda y estaba más seco el hombre, no me contó ningún chiste. Es más, estaba enganchadísimo con el Iphone. No sé lo que haría". A ver, está claro que este estrés, esta necesidad de mantener la máscara siempre puesta ha existido siempre, desde que existe el mundo del faranduleo y el espectáculo.
¡Pero es que ahora con las redes sociales, los smartphones y twitter se ha incrementado de manera exponencial! Ya me veo el móvil de este señor echando humo desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche (es que estos americanos se acuestan temprano). Y siempre con nuevos pensamientos, con nuevas gracietas, con chascarrillos, con asertos originales.
Pero todo autor sabe que la fuente de la creatividad se termina agotando, que no todos los días son iguales, que todos tenemos derecho a un día tranquilo con nuestra familia e íntimos, que a veces nos apetece estar introspectivos, seriotes e incluso melancólicos o cabreados. Este señor no podía. Y para ello siempre habrá sustancias que nos echen una mano y faciliten la sintonización con ese inmenso mundo de las ideas y de lo inesperado que nos puede suministrar un buen colocón.
Ya veo a numerosos hipócritas señalando con el dedo y acusando, como ya se ha hecho en las redes recientemente: "este tío era un borracho y un drogadicto, que asco, que horror". ¡Pero vosotros queríais estar entretenidos! ¡Queríais a alguien que os sacase del marasmo de vuestras insulsas y monótonas vidas! ¿Verdad? ¿Verdad? Pues entonces, por favor, no seáis sepulcros blanqueados.
Este hombre, Robin Williams, ha sacrificado su vida, SU VIDA, por darnos a todos un poco más de felicidad y alegría en nuestro día a día. Nosotros (los fans, los espectadores, hasta aquellos con los que se encontraba por la calle), con nuestras continuas exigencias le hemos obligado a tomar el camino fácil de las drogas y las sustancias estupefacientes. ¿Había otra salida? Quizás sí, pero si hombres mejores como este Robin Williams cayeron, ¿quién nos dice que otros no harían lo mismo o incluso algo más abyecto y vil?
Y ahora las redes sociales siguen el linchamiento. La tortura a su familia, a su hija, la cual ha declarado que dejaba facebook y twitter, quizás para siempre:
http://www.elmundo.es/loc/2014/08/14...d6a8b457d.html
Y aquí te voy a dar la razón, Ginebra, las redes sociales no son las culpables. Es el ser humano, esta raza de homínidos que está MALDITA desde el mismo comienzo de su existencia y que ahora ha creado el invento ideal para difundir ese mal y esa perversión que lleva como impronta de nacimiento a todos y cada uno de los escasísimos seres que todavía merecen la pena, enfangándonos a todos en la inmediatez de lo absurdo. Se ha dado alas para que la supina ignorancia y los más toscos y viles gestos, costumbres y maneras de ciertos inmundos personajes pasen por eventos de carácter global que deban llenar portadas de diarios y semanarios de rancio abolengo:
No, no son las redes sociales. No son sólo las redes sociales. Somos nosotros. Y es la educación de nuestros hijos y generaciones venideras lo que nos sacará de este marasmo.