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Mal interpretar las cosas o creer que es todo un mal entendido cuando las cosas no van del todo bien, es la salvación perfecta para otorgar más tiempo a la aclaración de nuestras dudas como personas o al hecho tan simple de dar una respuesta que muchas veces no resulta ser la afortunada.
Eso es lo que ocurre muchas veces cuando existen discusiones de las cuales no se saca nada en limpio y además se hieren susceptibilidades de los protagonistas del conflicto.
Por esta y otras razones es que en esta oportunidad abordaré la forma de enfrentar los problemas de la mejor forma posible, para que así las relaciones de pareja crezcan en un nido de amor, más que de eternas reflexiones que llevan siempre al mismo desenlace.
Para comenzar se necesitan dos personas, las cuales conformen una relación de pareja estable y que no existan trabas permanentes adjuntas a dicho vínculo, es decir, hijos, engaños o infidelidades sostenidas, mentiras, violencia física o sicológica, entre otras.
En varias ocasiones cuando el conflicto parece estar suscrito al “No me parece esto”, la respuesta que obtenemos es una negativa directa disfrazada de “siempre llevas la contraria en todo” o “ya no me quieres como antes”.
Si analizamos el párrafo en su conjunto podremos ver que además de la disconformidad que genera el que el otro diga que “no” a algo que a mí me parece que es “sí”, es que se ponen en tela de juicio los sentimientos que están incluidos entre esos dos seres. Es por esto, que se hace fundamental que al momento de discutir, las personas enfoquen sus disgustos o argumentos en la conversación en sí, no en aquellas emociones que desgastan aún más la relación.
La tensión que genera una discusión llega muchas veces a niveles sobre humanos, por lo que se hace de suma importancia que ambas personas conversen con sinceridad y serenidad, aclarando cada uno lo que tenga que aportar a la conversación y nunca pensar que son ataques directos a menos que quede implícito dicho fundamento.
Es necesario también evaluar la causalidad de los conflictos, para que así se puedan entender las cosas desde su origen. Entonces se hace urgente el expresar lo que siento en un determinado momento, basado en uno, es decir, que uno se siente mal por que esta sintiendo que todo es diferente; nunca culpar al otro, por sentirme mal.
El exagerar las cosas, muchas veces se utiliza para ganar en una pelea, pero cuando la riña se ocasiona con tu propia pareja, eso ya es exagerado… Por ende hay que prever que esto no supere los límites del respeto por el otro que en variadas ocasiones, también se pasa a llevar.
El resultado de una buena conversación o discusión de pareja, debe ser un avance en la relación y ambos deben quedar conformes con la decisión tomada, ya que ambos son el cien por ciento de la relación.
También es importante no sólo escuchar al otro, sino que además actuar como si lo hiciéramos, porque cuando uno sólo oye, al otro le damos pie para que su mal humor e irritabilidad del momento se acrecienten.
Es importante no subir el tono de voz aunque el otro lo haga, uno debe ser el soporte y presentar estabilidad ante todo, evitando así una escena de “casa de locos”.
En resumen, hay que saber escuchar, conversar, persuadir o convencer al otro, por medio del diálogo, porque es la única forma de llegar a una óptima conclusión y hacer crecer día a día esa relación que varias veces se ve afectada o quebrada por agentes externos como lo son el trabajo, los amigos, la familia, etc.
Suerte en la construcción del camino de la relación y que viva el amor…
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