En los regímenes comunistas del antiguo Bloque Soviético, es decir, en la Unión Soviética y sus países satélite, no había paro, todo el mundo estaba trabajando. Pero no es menos cierto que, entre diez personas hacían el trabajo que podía hacer perfectamente una sola, lo cual no interesa a un empresario capitalista que busque enriquecerse. Ahí está realmente el choque entre capitalismo y comunismo. Sin entrar si el comunismo es o no una dictadura; no vamos a entrar en esa cuestión, sino en lo referente al asunto laboral.
Un empresario capitalista busca, ante todo, un perfil de trabajador que él solo se baste para realizar, cuantos más deberes y tareas, mejor, para evitar contratar a más gente y así poder llevarse a su bolsillo la mayor cifra de beneficios posible. Por supuesto, las clases trabajadores, como es de ley, se oponen a todo esto. Por todo ello son necesarios los convenios entre empresarios y trabajadores.
Se supone que un gobierno de izquierdas se preocupa por descender el índice de paro y que pueda trabajar todo el mundo con un salario digno; mientras que la derecha habitualmente se preocupa más por el empresario y sus beneficios, aplicando recortes y limitando el número de trabajadores, manteniendo únicamente a los que creen más capaces de realizar muchas tareas a la vez, o bien aceptando un mayor número de trabajadores pero bajándoles el sueldo a tope y pagándoles una miseria. Por supuesto, todo esto es teoría. La práctica ya suele ser bastante distinta y algunos gobiernos de izquierdas en democracia han conseguido que haya más paro todavía. En un comunismo puro y duro, es muy sencillo que no haya paro, pues no existe la empresa privada ni empresarios que busquen enriquecerse; todas las empresas son propiedad del Estado. Todo tiene sus pros y contras, sus luces y sombras.
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