Ahora mismo, si tuviera que encomendar mi propia idea de la justicia a un ente sobrenatural, todopoderoso, o concepto trascendental, que administra la eternidad a las sufridoras almas como quien administra caramelos a los niños, optaría por un "paga por lo que has hecho", acercándome a lo que viene siendo la idea del karma.
Si hiciste sufrir, te llegará el sufrimiento, en la misma medida; si diste felicidad, te llegará la felicidad, en la misma medida... antes o después. Si eres un genocida que causó por acción directa o indirecta la muerte de millones de inocentes, prepárate para la que te cae, pichoncito. El infierno, con su tortuosa sala de purgas sería factible para estos menesteres, pero hacerlo eterno se haría cruel, inimaginable; propio de divinidades sádicas. Ni tanto, ni tan calvo. Las llamas eternas no tienen por qué atemorizar pues su existencia no pasa de ser un recurso para captar y fidelizar adeptos en determinadas religiones; el clásico recurso del miedo.
Obviamente, no nos vamos a quedar sentados esperando bendiciones si creemos que el mundo nos debe algo, o que un despiadado criminal que no pagó por sus ignominiosos actos sea castigado por la justicia divina, y que lo vean mis pesiosos ojos. Estas cosas tan abstractas de la eternidad, o justicia absoluta no se manejan bien en cabezas de homo sapiens cuyas vidas duran un suspiro y tres cuartos de ventolera.
Perdonar quedamos perdonados todos, pero recorriendo diferentes caminos, para obtener la pureza, o el desapego, transitando por purgatorios, samsaras, salas de espera con música de ascensor, y alguna consulta del dentista. No es tan grave el asunto.
Al menos, a mi no me quita el sueño.
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