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Resulta que hace unos seis años, en un centro cultural conocí a una mujer y nos hicimos amigos. Yo entonces tenía treinta y cinco años y ella uno más. A pesar de mi soltería, nuestra amistad era tan sana que a veces solía ir a comer a su casa, así pude conocer a su marido y a su hija, de veinticinco años, con los que también simpaticé.
A los dos años de conocernos y por falta de tiempo, dejé de asistir al centro donde solía encontrarme con ella. Poco a poco nuestro sano apego se fue apagando aunque a veces, nos llamábamos para saber cómo nos iba la vida. Pasaron cinco años y mi amiga paso a ser un recuerdo.
Al cabo de años de nulo contacto, una noche recibí una llamaba de mi amiga. Resulta que su hija, (con treinta y un años) sentía la enorme necesidad de ser madre. El novio que tuvo hace tiempo ya lo olvidó y se encontraba sin pareja. La idea de inseminarse semen de un desconocido no la satisfacía así, que entre ellas decidieron que yo podía ser un donante adecuado. Conocían mis características físicas y síquicas y les agradaba. A mis cuarenta y un años sin pareja ni hijos, la idea de ayudar a la hija de mi amiga a ser madre y perpetuar mis genes me entusiasmo y me ofrecí gustoso.
Me ilusioné de tal manera y me pareció tan frio donar mi semen a una clínica para que la inseminasen, que se me ocurrió mandar un mensaje a su hija tratando de convencerla para que tuviésemos relaciones íntimas hasta que logrará fecundarla, pero ella no respondió. Seguí insistiendo con otro mensaje pues sabía que mi aspecto no le desagradaba. En una ocasión me dijo que le parecía atractivo y tenía buena percha pero su respuesta a mi propuesta tampoco llegó.
Me parecía extraño que no respondiese los mensajes que le mandaba a su Facebook, entonces le envié una solicitud de amistad que ella para mi sorpresa rechazo. Esto confirmó que si había leído mis mensajes y le debieron de parecer muy inadecuados, al punto de ignorarme completamente.
Bueno, quería hacer el amor con ella porque su cuerpo y su forma de ser me seducían. Estaba soltera y yo también así que creí tener el derecho a intentarlo, para acaso enamorarnos los dos en nuestros encuentros y tener el hijo que ella tanto deseaba concebido con amor, no de manera tan impersonal inseminándose en la fría habitación de un hospital. Quizá es lo que a ella le apetecía, tener un hijo para ella exclusivamente sin ataduras emocionales con nadie pero no pude saberlo.
Al cabo de un año de haberme rechazado su hija, mi antigua amiga su madre, me vuelve a llamar. Hablamos sobre las cosas que nos han sucedido pero no me cuenta nada de su hija. La curiosidad me corroe y sobre la hora de conversación le pregunto sobre ella. Resulta que perdió el interés por tener un hijo, y que ha cambiado de tal manera, que no quiere tener novio y busca relaciones esporádicas de las que se cansa rápidamente. No le expliqué sobre los mensajes que le envié a su hija esperando que ella me preguntara pero no lo hizo. ¿Acaso su hija no le conto lo que hice? Supongo que sí.
Esta experiencia me ha hecho cuestionarme algunas cosas. Como puede una persona cambiar tanto. De desear ser madre a no querer serlo y buscar solo relaciones esporádicas vacías de emoción y que no llevan a ninguna parte. En fin, cada uno es como es, pero tengo la sensación de que algo le sucede a su hija. Si ella fuese más joven lo atendería pero con treinta y tres años. No sé qué pensar, pero bueno cada uno es como es. En fin…
Si has llegado hasta aquí has sido un héroe. Felicidades por tu paciencia.
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