Recurso empleado por muchas mujeres ante una relación sexual insatisfecha. La frecuencia con que se usa este “método” responde principalmente a no herir el ego del amante, pero también al autoengaño de estar disfrutando del acto y no hacerse responsable de su propio placer.
¿Honestidad o actuación?
Es evidente que la insatisfacción sexual no recae únicamente en el hombre, pues las mujeres, muchas veces no conocemos nuestros puntos “débiles”, por la poca exploración que realizamos de nuestra anatomía; ya sea por vergüenza, educación religiosa, preceptos morales, etc.
El recurso de fingir un orgasmo resulta contraproducente para la relación de pareja: la mujer tendrá que hacer un esfuerzo notable por llevar a cabo el papelón de su vida, mientras el hombre creerá que el desempeño sexual es “el ideal”, y ni uno ni otro harán algo por mejorar su desempeño. En el peor de los casos esto generará una frustración sexual enorme, que se puede desviar hacia escenarios indeseables (infidelidad, ausencia de relaciones sexuales, etc.)
Mujeres que aún usen este recurso siguen existiendo lamentablemente, pero, ¿los hombres aún se creerán tan espléndida actuación?
El orgasmo verdadero no tiene lógica ni explicación. Llega de pronto y se disfruta, en cuestión de minutos o segundos. Igualmente se va. No hay manera de controlar cuándo llega y cuánto durará. Tampoco las reacciones. He aquí unos puntos que nos indican que el orgasmo en cuestión, es un mero acto de ficción (no es una verdad absoluta):
No cierra los ojos y tampoco parece desconectarse del mundo real. Comúnmente durante el orgasmo la mujer puede olvidarse, incluso, de que estás allí. En este tiempo se “traslada” a otro mundo, y lo principal es concentrarse en disfrutar del placer.
No está húmeda y su temperatura corporal es la misma. Cuando ella está más seca que el desierto de Gobi y su temperatura no ha aumentado, probablemente esté actuando. La temperatura se podrá percibir principalmente en la entrepierna.
Los gestos de su cara no cambian. Durante un buen orgasmo, las mujeres no pueden controlar sus expresiones faciales ni corporales. Es muy probable incluso que durante el orgasmo ocurran calambres en las piernas o brazos, por ejemplo.
A veces los gritos pueden ser más fuertes de lo común. Si realmente está teniendo un orgasmo, los gemidos y sonidos que emite tendrán la característica de sonar total y completamente descontrolados. Si puede hilar sentencias coherentes durante el sexo, entonces no está llegando. Si sus frases son fragmentos enredados, entonces es probable que sea genuino.
Su vagina no se contrae. Cuando las mujeres tienen orgasmos hay pequeñas o grandes contracciones en la vagina (aproximadamente entre 5 y 15 de un segundo cada una), así como en el útero y músculos pélvicos (incluido el esfínter) y hay un aumento del ritmo cardíaco (que llega a alcanzar de 110 a 180 latidos por minuto). El hombre es capaz de percatarse de esto, es difícil pero no imposible.
La energía después del orgasmo decae notablemente. Si bien, aún está dispuesta a conversar, dar cariñitos, etc. También necesita un tiempo para recuperar la energía y sentirse tan fresca y activa como antes. Si en cambio, parece tener la misma energía, es un mal indicador.
Las
reacciones post-orgasmo (principalmente fisiológicas) si bien no se presentan juntas ni en todas las mujeres, son un indicador de que se llegó al orgasmo, estas consisten en: sudoración leve, los pezones siguen erectos, la piel se ha puesto roja, comúnmente en el área de los senos, respiración agitada, aumenta la necesidad de miccionar.
Estas son unos pocos indicadores de si se actúa o no el orgasmo. Como bien se menciona al inicio, no es una verdad absoluta. Habrá mujeres que sean más "recatadas" al momento del orgasmo, y otras más explosivas e intensas.
El orgasmo es responsabilidad de ambos. En la pareja debe haber la suficiente comunicación y confianza para abordar el tema sin prejuicios ni pretender responsabilizar al otro de los problemas sexuales. Recordar que es muy importante darle el debido tiempo y calidad a la relación, el preámbulo es muy importante. No hay que ir directo “a la presa” sino acecharla un buen rato.
Antes de tomar decisiones apresuradas, lo sensato será hablarlo con calma, buscar soluciones, no culpables.