No murió atropellado; se mató a pajas. Sí, señoras y señores, se suicidó sin querrer a base de machacarse a manolas, una tras otra, sin conocimiento, sin temor de Dios, compasión por sí mismo ni de sus vecinos.
Un exceso de masturbación diaria le provocó una terrible gangrena gapolante en derredor a su afresado capullo, el cuallo enfermedad y virus extendiose cual sonido de pedo domingo-mañanero por eclesia-ecosa, llegando a propagarse a velocidades inusitadas, y aun desconocidas, a través de su prepucio-tiempo, pucio, postpucio y cojones (del latín: guevos y del griego: eskroto colgantakis con Kanika inkliumitapopsitakis). Horas más tarde la gangrena complicósele con un tifus histriónico que agarró (contagiose para los gallegos) al ser mordido cruelmente por su admirado Tito-LoL-man en rabadilla, lubares y costillas; lo cual concluyó en fatal desenlace implosionando a una muerte súbita (confirmada por el médico del pueblo y el párroco que se encontraban en el bar de Joaquín jugando un torneo de mus de a cuatro) causada por la esquizofrenia que llevaba años sufriendo en secreto y en silencio, como sus latigadoras hemorroides.
Su querida esposa, bella como una rosa, le quiere, le añora y le llora.
Y como dijo el Sabio: "Ope, ope, sí, sí; Habrálo, habrálo; pero yo no conocéllo".
Sea.
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