Usuario Novato
Registrado el: 06-October-2008
Ubicación: Vigo
Mensajes: 30
|
Hola, preciosa.
Te escribo esta carta que sé que nunca te enviaré. Ya ha pasado mucho tiempo y sigo sintiéndome como la última mierda que parió Pilatos y mi paciencia me ha abandonado en el momento en el que más la necesito.
Todavía recuerdo el primer día que te besé, en el Quadro, junto a la pared del pincha. Recuerdo como latía tu corazón acelerado y como latía el mío, recuerdo que empezó a sonar la canción de Deluxe “Que no”, esa canción, nuestra canción, aquella que cada vez que escuchábamos, fuera donde fuera, siempre hacía que nos abrazáramos y que la tarareáramos.
Recuerdo las palabras que me dijiste cuando se fueron los amigos y nos dejaron solos, “no te enganches conmigo”, las mismas que yo te dije después.
Y pasó el tiempo, y cada vez era más feliz, mi autoestima junto a ti subió como la espuma y cada vez te veía más sonriente, y nuestros compañeros de trabajo me decían que te veían distinta, feliz, y me agradecían eso porque ya te conocían de hacía tiempo y yo era nuevo de aquellas en la empresa.
Pero al mismo tiempo mis amigos, esas personas a las que le debo todo, sobre todo a una en especial, me decían que pusiera los pies en la tierra, que no me enganchase cada vez más, que eras muy cambiante y que acababas de pasar por una relación larga con un final triste y que no tenías aún las ideas claras. Y yo no les hice ningún caso, vivía la relación desde dentro, no podían ser ciertas esas cosas porque sentía cada vez que te veía que la cosa iba a más, cada vez más fuerte.
Y un día llegó el primer gran error en mi relación contigo. Decirte “te quiero”. Sé que nunca lo debí pronunciar antes de que tú me lo dijeras a mí, pero lo hice, no podía callármelo, mi corazón necesitaba soltarlo y propagarlo a los cuatro vientos, que todo el mundo lo supiera.
Estaba llegando el verano, habíamos planeado las vacaciones juntos, iban a ser unas vacaciones maravillosas, como creo que hacía tiempo no tenía y un día llegó el mazazo, el golpe que no quería que llegase nunca pero que de algún modo, dentro de mi, sentía que iba a llegar en cualquier momento.
Tenemos que dejarlo, me dijiste, no tengo las cosas claras y no quiero hacerte daño. Ya lo habías hecho.
Y marché para casa triste y cuando llegué a ella lloré toda la noche, y las siguientes, intentando buscar una explicación que no encontré.
Y pasaron dos semanas.
Y un día por el msn quisiste hablar del tema y me preguntaste si estaba dispuesto a darte tiempo, a pasar esas vacaciones sola pensando, aclarándote. Y yo te dije que sí, porque te quería tanto, y porque volvía a surgir una esperanza de volver a estar contigo.
Justo antes de tus vacaciones, una semana antes, un viernes, tirado en casa, ya metido en cama intentando dormir para no pensar en nada, recibí un sms tuyo. Y en el me preguntabas que hacía, aunque tú misma decías en el mismo mensaje que no debías haberlo mandado.
Al día siguiente apareciste por la noche, en un local en el que sabías que iba a estar y me pediste volver a intentarlo. Mi segundo gran error. Darte esa oportunidad.
Toda la semana siguiente estuvimos juntos, hablando mucho, porque necesitábamos hablar, y me dijiste que estabas totalmente segura de lo que estabas haciendo, que ya habías solucionado tus penas anteriores y que estabas enamorada de mí. Que feliz me sentí, pero aun así te pedí, más bien te supliqué que por favor no jugaras con mis sentimientos.
Te fuiste esas 2 semanas a Estoril sola, era lo mejor, reflexionarías más.
Volviste y la cosa siguió bien, para delante.
Hiciste planes hasta de algún día casarte conmigo, de pasar el resto de nuestras vidas juntos, y metiste prisa, porque tenías mucha prisa, y yo aun con las ganas que tenía te iba frenando un poco porque te veía demasiado impulsiva.
Pasaron unas semanas de estoy y no estoy, esos días que tú decías que necesitabas y que no querías saber nada de mí. Otro gran error por mi parte, conformarme con lo poco que me dabas, ahora me doy cuenta que por muy fuerte que suene sólo me dabas sexo.
Hasta que la última noche que dormí contigo, la última noche que hicimos “el amor”…
Y al día siguiente me dijiste que me fuera, y yo me di cuenta que ese adiós era para siempre.
Y ya ves, sigo enamorado, enganchado, llámalo como quieras, de ti.
Y pierdo el tiempo sufriendo por ti, cosa que tú no creo que estés haciendo por mí. Tú no eres de esas personas que pierden el tiempo.
Más bien, aunque no lo haya visto, siento que estás ya con otra persona, otra persona que utiliza la cama que yo utilicé, acaricia al perro que yo toqué, juega con ese niño que pocas veces me dejaste ver y compartir contigo.
Y a pesar de todo eso sigo sufriendo, y no doy avanzado, no doy cerrado esa herida aunque me doy cuenta que no quiero cerrarla, que no hago nada por intentarlo, sigo aferrado a esa maldita esperanza que me consume todos los días a pesar de saber que esa esperanza es una utopía por mi parte.
Me gustaría olvidarte pero sé que no lo haré nunca, y aunque haya pasado todo esto, en el fondo no guardo rencor.
Me gustaría que algún día pudiéramos ser amigos pero eso lo veo muy lejano, en este momento no puedo serlo.
Me gustaría tomar un café contigo pero sé que lo único que conseguiría con eso es lastimarme más.
No sé si algún día encontraré a alguien que pueda sustituirte, no lo veo cerca porque no lo intento tampoco, la verdad no tengo ganas de salir de casa, y en casa siento que me estoy consumiendo poco a poco, no tengo ganas de hacer nada, nada de nada, y cuando salgo, al poco rato mi corazón se acelera y afloran ganas de marcharme otra vez para casa, meterme en cama y no despertar jamás, y en el caso de hacerlo, que todo haya sido un sueño.
Sólo espero que esto pase pronto porque si no, no sé lo que sería capaz de hacer conmigo.
Lo tuyo ha sido la gota que ha colmado el vaso, ha sido algo para añadir a todas las cosas que me atormentan, llámale edad, vivienda, un trabajo en el que no estoy bien porque estás tú, desamor, en definitiva, baja autoestima.
En el fondo deseo lo mejor para ti y para los tuyos, siempre he deseado lo mejor para los demás y no me he preocupado hasta ahora de cuidarme yo, a ver si es cierto y empiezo de una puñetera vez.
Sólo te dejo un mensaje final, que espero que sea cierto tanto para ti como para todo el mundo, incluido yo:
“Cuando naciste, tu llorabas y a tu alrededor sonreían. Espero que puedas vivir tu vida de modo que cuando mueras, tú sonrías y la gente que te quede alrededor te pueda recordar llorando”.
Un beso, mi vida.
|