Usuario Experto
Registrado el: 24-October-2008
Ubicación: En la forja de los sueños
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Hace mucho tiempo, el forjador de mi destino puso en marcha un reloj de arena. Dicho reloj marcaba el ritmo de mi vida. A medida que los granos iban cayendo abajo, yo me iba consumiendo, lenta pero inexorablemente, igual que se marchitan las hojas caducas a la llegada del Señor Otoño.
Con la ayuda adecuada, el fluir de las arenas disminuyó notablemente, y mi vida dio un giro positivo de 180 grados, haciendo que mis sonrisas fuesen de verdad, y no una máscara que ocultase mi eterno pesar, contar estrellas tenía sentido, pues no lo hacía solo, esta vez no, bailábamos al son de nuestros latidos sincronizados en aquella época, y los problemas ya no eran tan graves si tenía aquél apoyo tan grande.
Sueños, ilusiones, proyectos comunes. De manera insensata e imprudente, cual muchacho de 14 años comenzando a delinquir, volqué mi vida plenamente a conseguir un futuro juntos, junto a ella, mi otra mitad, la pieza que me faltaba en el rompecabezas que componía mi vida y que anduve siempre buscando.
Mas todo lo bueno tiene un final, dicen que los finales son tristes, sí, pero lo que dicen tambien es que cuando algo termina es por alguna razón.
Un gran amigo me contó una vez que la vida es como un gran libro en blanco, en el cual todos los días vamos escribiendo algo. Un libro extraño, puesto que es a la vez comedia, terror, aventuras, erotismo, drama, todo en una perfecta armonía entremezclado. Los personajes entran y salen, unos se quedan en nuestro libro hasta el epílogo, otros nos acompañan durante muchos episodios y por desgracia abandonan la novela en el mejor momento, otros aparecen de improviso y sin avisar y se convierten inesperadamente en pilares importantes de la historia.
Pero lo importante es seguir escribiendo la historia, hay que pasar la página y cerrar el capítulo que ha terminado por deseos del Destino. Ahora toca comenzar otro nuevo con la misma ilusión del primero. Escribir mi historia me ha hecho fuerte, y aún puedo serlo más, puesto que hasta el día de mi muerte tengo el tintero a rebosar y el corazon pleno de energías pese a las cicatrices.
He comprendido que ese reloj de arena ya no puede corromper mi alma, puesto que ahora sé que el forjador de mi destino soy yo y solo yo, aunque si se cruza esa ayuda en mi camino, volveré a sonreír con la intensidad de una supernova, volveré a contar estrellas acompañado, aún me falta esa pieza del puzzle, pero sé que la encontraré, o ella a mi, mientras tanto, prepararé la pluma para relatar el siguiente y grandioso acto...
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