Lo escuché en una radio durante casi toda la semana pasada:
Un sargento de batallón increpaba duramente a unos cuantos soldados que no podían sacar un coche atascado en el barro.
De momento se presentó allí un hombre alto y flacucho.
Vio la situación y le preguntó al sargento por que no les ayudaba.
- ¿Por qué he de hacerlo? Soy el sargento--, contestó éste con altanería.
Sin pérdida de tiempo el hombre alto y flacucho se despojó de su chaqueta y se puso a ayudar a los soldados a sacar el coche del sucio y renegrido barro.
Cuando se terminó la tarea, se lavó las manos, se puso la chaqueta y caminó hacia el sargento.
- Si en otra ocasión usted necesitara mi ayuda, llámeme - le dijo. -¨¿Y quién es usted? - le preguntó el sargento.
- Yo soy Abraham Lincoln, el presidente de la nación - le respondió.
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