Bueno, las personas vienen y se van.
Lo suelo tener presente. De hecho, en mi caso, vienen y se van; vienen y se van, etc, etc. Es como el Día de la Marmota. Tan natural, como el respirar. Alguna se queda más tiempo de lo normal. Solo un tiempo más.
Y esto sin ser un viva-la-vida, ni un picaflores, ni un bicho intratable. Prefiero más el costumbrismo que la aventura.
Hay que reconocer que el mundo se ha vuelto loco, incluidos los locos que luchan (o lucharon) por amor. El tema de los apegos es voraz, en la medida en que nos crea unas ideas muy falsas de lo que fuimos, somos y seremos. Se fracasa en amor porque no queda más remedio. Hay demasiados factores, y se crean unos intereses. Un sistema donde se entrelaza la colaboración con el conflicto; la continuación, la mejora, frente a la ruptura, y el final. Ni siquiera hay control propio de las emociones.
Son las cosas duraderas, o los valores capitales, incluyendo el potencial evolutivo de la propia persona las que nos hacen continuar. Lo que siempre está con nosotros, lo que nos es inmediato; y lo que aspiramos a ser. La capacidad de autotransformación también cuenta. El resto es un vaivén de mucho cuidado. A muchos les duele el amor. A mi me ha terminado provocando bostezos.
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