Sí es cierto que al raro lo humillan y se burlan de él pero donde hay un raro hay otro y donde hay dos hay muchos evidentemente no en la misma magnitud ni forma pero raros, hay muchos. Voy a decir cómo dejé de ser un paria y me volví “normal”.
Encontré a un vecino que era un poco raro, dado a lo que se puede llamar cultura emo que en mis tiempos no existían o no sabía que existían, me hice su amigo, escuchábamos música y todo eso pero yo fui atrayéndolo al lado “oscuro” aunque él era bastante feliz con ser un “raro” me siguió por una necesidad natural amor y sexo. Me dediqué a ser su celestino y me divertía malvadamente de lo torpe que era, de su sufrimiento y lo mismo hacía él conmigo. Finalmente, él consiguió novia, yo continué soltero pero ya conocía a las chicas que le dijeron no, las que me lo dijeron a mí, a los que acudimos como trampolín y así ya tenía conocidos.
Después de esa etapa mi vocabulario había mejorado, ya no me bloqueaba con las personas y podía asumir una postura dominante, servil, o de secuaz según necesitara. Me presenté voluntario al ejército, practicando box pude vencer a un par y no me dejé amilanar por el más fuerte –que me dejó adolorido por cinco días– y en las duchas me burlé del miembro viril de los que tenían mucho frío, así fui un tipo promedio en la tropa, y ya la camaradería hizo lo suyo.
Cuando terminé el servicio militar me di cuenta de algo: seguridad, es todo lo que hace falta, si no puedes no importa, un día podrás, si puedes pero te equivocas, no importa, ya lo harás mejor.
Al final a eso se reduce, a seguridad, la timidez muchas veces se basa en el miedo a las consecuencias, al qué dirán.
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