|
Conocí a un chico hace unos dos años en una fiesta... El alcohol y la atracción física propiciaron que la misma noche me acostara con él. La casualidad hizo que me lo encontrara más veces y cuando lo veía solíamos acabar juntos. Nada de quedadas, ni de promesas... la "relación" en ese momento se basaba en la casualidad. Aun así, me ilusioné pero él se fue distanciando... incluso llegó un momento que parecía que le incomodaba el encontrarse conmigo. Su pasotismo y su "crueldad" (era borde) me hicieron adoptar una decisión drástica, desengancharme. Finalmente el tiempo hizo su papel y conseguí olvidarme de él y conocer a otras personas.
Este verano me empezó a hablar por msn y a interesarse por mi vida. Al principio me hablaba poco pero las distancias se fueron acortando. La relación ya no se basaba solo en la casualidad y empezamos a quedar de vez en cuando. Lo cierto es que siempre acabábamos en la cama. Durante ese periodo, había espacios de tiempo en los que se distanciaba (concretamente después de haber pasado la noche con él y dormir juntos). Al principio no me afectaba y le dejaba su espacio, acababa volviendo. Después empezaron a afectarme sus ausencias, pero las intentaba respetar.
Un día me lo encontré de fiesta (hacía un par de semanas que nos habíamos acostado y estaba ausente). Estuvimos juntos y lo pasamos genial pero al día siguiente trabajaba, por lo que no me fui a su casa. Su interés se avivó. Empezamos a hablar a todas horas mañana, tarde y noche, quedábamos con más frecuencia pero no me quedaba a dormir en su casa... cada vez había más complicidad y el sexo era brutal. Cuando me quise dar cuenta, estaba hasta las trancas.
La última vez, quedamos en que iríamos a un pub. Allí estuvimos charrando, riendo... y la situación se terció para que acabara en su casa. Pasamos la noche juntos y me quedé a dormir. Le dije que lo pasé genial, él me dijo que él también.
A los pocos días ocurrieron circunstancias externas que me hicieron sentir culpable. Me disculpé y me dijo que no me preocupara, que no pasaba nada. Le creí pero pasaban los días y no me hablaba, me desesperaba. Le pregunté por cómo se había resuelto la situación... su respuesta, el silencio. Lo pasé mal...toda yo era un cúmulo de emociones negativas. La tristeza, la rabia y el odio se enfrentaban con las ganas de gritarle TE QUIERO. Dejé pasar los días, al fin y al cabo, no había hecho nada grave y me había disculpado. Silencio así pasaban los días. Volví a armarme de valor y le hablé, me contestó y mantuvimos una conversación cordial. Otro día me habló. Otro día le hablé y volvió el silencio. La luz que veía al final del túnel se apagó. Ese mismo día salí con unas amigas y me lo encontré. En ese momento la alegría se solapaba con la tristeza... intenté estar lo más íntegra posible y él pareció que le incomodó el verme... Me hizo mucho daño en ese momento con su actitud tan borde. Intenté pasarlo lo mejor que pude, de vez en cuando lo miraba, otras notaba que me miraba... ninguno de los dos estaba cómodo. De repente me empezaron a acariciar mi espalda descubierta por la camiseta que llevaba, era él y había venido a despedirse. Me despedí con un frío y seco adiós. Se fue.
Yo sigo con mi vida... pero un gran vacío me invade. A veces lloro, a veces me río... pero igualmente me siento vacía. Después de encontrármelo, a la semana o así me habló y mantuvimos una conversación cordial. A los pocos días volvió a hablarme, me despedí pronto y le deseé suerte para una actividad que tenía que realizar. Y esta historia acaba aquí, después de esa breve conversación superficial, me lo encontré a los pocos días. Él estaba tomando cervezas con unos amigos y yo había quedado allí con los míos. El mundo se me cayó encima, no sabía qué actitud adoptar. ¿Acercarme a él como si no pasara nada? ¿ignorarle?... no supe reaccionar y pasé de él (y él de mí). En un momento que fui al servicio me topé con él y no quedó más remedio, hablamos superficialmente. Se fue y me fui.
A día de hoy no sé cómo afrontar la situación. Hay días que me levanto y pienso, "no quiero saber nada de ti, no me valoras". Otros me culpabilizo y quiero pedirle perdón hasta por respirar. Otros quiero hablar diplomáticamente la situación, decirle que su cambio de actitud me incomoda y no sé cómo reaccionar, que qué le pasa. Esta última opción es la que considero más adecuada pero a su vez, es la que más miedo me da... no porque su respuesta sea un: "ahora mismo no quiero saber nada de ti", sino por el silencio. Soy cobarde, pero tengo miedo de enfrentarme a algo que no quiero, su silencio. Me siento impotente y frustrada. No entiendo su actitud ni la mía.
|
Mode Lineal
