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En el escritorio de mi habitación, clavado, inmóvil, entumecido, pasivo, contemplando un cielo despejado que va perdiendo claridad hasta que por fin la luna se asoma por el marco izquierdo de la ventana. Tarde anodina que produce cierto desazón, un malestar que no pasaría de ahí si no fuese porque soy consciente de que esas horas malgastadas son el reflejo de mis días, un lapso desperdiciado homólogo a mi vida.
Se agota la última canción de la lista cargada en el reproductor y el silencio se apodera de todo el cuarto, pronto reconozco esa estampa, camarada soledad, la más fiel de todas las compañeras, pero algún día tú también te irás, sólo espero no extrañarte cuando te alejes.
Play, el sonido me envuelve de nuevo pero ya no hay consuelo, y es que cuando tú me achuchas, me cuesta tiempo deshacerme de tu abrazo, mi cuerpo ya quedó moldeado y tus huellas parecen perennes.
Busco la fatiga en el aburrimiento para conciliar el sueño, pero otro día más el insomnio gana la partida, está bien, me rindo a tu arrullo, disfrutaré otro rato de las horas que me brinda tu constante compañía.
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Modo Hilado