El amor toma el camino más corto, más cómodo, más breve, más rectilineo. Es como el camino óptico, es como la luz, que no se desvía; a su vez, se hace evidente. Alguien enamorado quiere tirarse contigo a la piscina. Quiere verte feliz y ser feliz a tu lado; quiere verte, y le daría igual que fuese por el resto de su vida.
Cualquier duda, cualquier pedrusco, cualquier confusión están de más. No existen esas cosas, y si existieran, será que hay un lastre, y que eso de amor tiene poquito. Más bien apego romanticón, de echar lagrimones. Suelo alejarme de esos líos como alma que lleva el diablo.
Sufrimos por enfermedades, por condiciones económicas desfavorables, esas cosas unen en lo genuino; pero sufrir por las dudas de alguien que encima te dice que lo vas a pasar mal sólo indica que tienes que marcharte de ahí. No creo en valentías cuando tratamos entre iguales, el amor no correspondido es muy ingrato y sólo sirve de combustible para escribir libros y canciones chungas, y luego la sensación de haber perdido el tiempo haciendo el canelo. No es más que eso. La valentía no es premiada, tu sufrimiento no obtendrá sus frutos.
Detenerse y retroceder.
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