Azuquítar, cuando alguien te hace mucho daño, cuando se te cae del pedestal la imagen que tenías de una persona, necesitas "odiarlo" para poder llevar el duelo de una manera que te duela menos.
En mi primera ruptura, cuando me enteré de que mi novio había estado con otras mientras a mi me dejaba en la puerta de mi casa antes de las diez de la noche, creí que me moría de dolor
Necesité odiarle, mirarle con otros ojos para dejar de amar a aquel hombre que me había engañado, no sé ni cuantas veces, sabiendo que yo era inocente y que él había sido mi todo, mi primer beso, mis primeras caricias...TODO.
Aún así debo decir que no me sirvió de nada, y que no pude odiarlo, aunque me auto engañé pensando que si.
En mi matrimonio, fui pasando del amor al odio paulatinamente, lentamente, sin prisa pero sin pausa.
La primera noche me dejó sola quitándome el vestido y se fue a dormir, al día siguiente cuando empecé a llamarle para salir de viaje de novios, se enfureció y me dijo que le dejara dormir, de muy malos modos.
Durante nuestra Luna de miel, estuvo asquerosamente desagradable conmigo, tanto, que no reconocía al hombre con el compartía ya todo, porque empecé a sentirme más sola que nunca.
La vuelta a la normalidad, fue de todo menos normal, él estaba siempre fuera, si no era una cosa era otra, pero yo me pasé los primeros años de mi matrimonio más sola que la luna, tanto que volví a salir con mi grupo de cuando estaba soltera, y él cuando le daba la gana de venir a nuestra casa, me echaba la bronca porque decía que yo no hacía vida de casada
En fin, una pena, nos separábamos cada dos por tres, yo tengo bastante carácter y más de una vez le puse las maletas en la calle.
Pero entonces regresaba el novio, aquel hombre que me conquistó y yo volvía a soñar con una vida normal a su lado, así llegó el primer embarazo y luego el segundo, pero cerrando los ojos para no ver que cada vez estaba más tiempo fuera, se fue a trabajar a Cataluña, y yo cada vez era una persona más amargada.
Hasta que tanto fue el cántaro a la fuente...que se rompió, y llegó un momento en el que ya no existía ni pizca del amor que sentí un día por él, y si, lo reconozco, llegó el odio, así las cosas lo único coherente era divorciarse.
Me costó sangre, sudor y lagrimas conseguir el divorcio, aparte de dinero, porque había dos menores a los que usaba a su antojo, y me las hizo pasar canutas, por decirlo finamente, hasta conseguir disolver el vinculo matrimonial.
Resumo, del amor al odio no hay un paso, hay unos cuantos...pero es posible recorrerlos.