¿Estoy solo?
 

Estaba solo en casa (o eso pensaba), apoltronado en el sofá, de repente oí un ruido al otro lado del pasillo. Miro a mi alrededor buscando al dichoso gato mientras me pregunto que habrá roto esta vez, de repente nuestras miradas se cruzan, está tumbado en el respaldo del sofá contiguo, clava sus ojos en mí como preguntándome si yo también lo he oído, inmóvil pero alerta. Su actitud empieza a turbarme y el misterioso ruido se reproduce de nuevo, esta vez parece una voz.
Me incorporo y al cruzar la puerta del salón creo adivinar una sombra reflejada en la pared, al final del pasillo. El subconsciente empieza a jugarme malas pasadas mientras trato de convencerme a mí mismo de que habrá alguna ventana abierta.
Inspecciono toda la casa, ninguna ventana abierta, todo en su sitio y aparente calma, excepto en mi interior.
Quizás fuera alguno de mis muchos demonios, o mi esperado ángel, o quizás sólo fueran mis ganas de que alguien estuviese conmigo. Pero no, sigo inquietantemente solo.