Tres poemas de amor y sexo (Pedro Molina Temboury)
I Óyeme que me canso de tantos miramientos. Yo quiero desnudarte de pretextos inútiles, erizarte la piel y quitarte la ropa, arrancártela a besos y descender con ella por tu vientre y tus muslos y dejarla caer como el telón señala, a público y a actores, el final del teatro. II Yo la amaba, pero ella amaba a un hombre que amaba a otra mujer quien a su vez tampoco era capaz de amarle. Lejos de separarnos, la vida nos unía de esta manera aún más estrechamente: el amor circulaba entre todos nosotros, pasaba como un rayo desde un cuerpo a otro cuerpo, saltaba echando chispas de pasión compartida de unos labios a otros sin que llegase a ser de nadie. III Lo que quiero que dure no es el paso del tiempo entre los dos ni es el acostumbrarse a compartir la vida, lo que quiero que dure es tu abandono, el momento del éxtasis, ese punto de fuga del orgasmo que es cuando te alejas más de mí. Si conocen otros subanlos |
Respuesta: Tres poemas de amor y sexo (Pedro Molina Temboury)
Muy lindos y sensuales ...me gustaron....=)
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Respuesta: Tres poemas de amor y sexo (Pedro Molina Temboury)
ÁBRETE SEXO (Ana Istaru) Ábrete sexo como una flor que accede, descorre las aldabas de tu ermita, deja escapar al nadador transido, desiste, no retengas sus frágiles cabriolas, ábrete con arrojo, como un balcón que emerge y ostenta sobre el aire sus geranios. Desenfunda, oh poza de penumbra, tu misterio. No detengas su viaje al navegante. No importa que su adiós te hiera como cierzo, como rayo de hielo que en la pelvis aloja sus astillas. Ábrete sexo, hazte cascada, olvida tu tristeza. Deja partir al niño que vive en tu entresueño. Abre gallardamente tus cálidas compuertas a este copo de mieles, a este animal que tiembla como un jirón de viento, a este fruto rugoso que va a hundirse en la luz con arrebato, a buscar como un ciervo con los ojos cerrados los pezones del aire, los dos senos del día. Cual red que me retenga (Ana Istaru) Cual red que me retenga, dónde un mástil como a Ulises, dónde un muro de algas pérfidas que me corte este vuelo, que me imprima en la lengua otra sed que no sea esta sed de tomarte con huracanes ciegos. No hay cuerda que me toque, no hay turbios arrecifes. Soy un rayo perfecto. Ardo en un girasol delirante de celo. La sangre se me escapa, tornado adolescente. Una orquídea de oro te he de poner por sexo. No hay ríos maniatados, no hay sal, no hay torcedura que me lacere el paso. Voy a beber el mar que guardas retenido, a arrancarte la copa, el algodón de nieve, de la leche los lares, lentos linos, luceros. Cubro tu cielo tu espalda. Tú entre mi espalda y el cielo. |
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