Pues sí, es cierto. Es algo irracional que llega sin buscarlo y se instala sin tú quererlo ni pretenderlo. Es curioso.
Te contaré, ya que lo preguntas, como conocí yo al que fué mi compañero, amigo, amante, confidente, esposo y padre de mi hija durante casi 15 años.
El trabajaba en un obrador de pastelería que había debajo de mi casa. Nos tropezamos un par de veces, recien llegada yo de Barcelona, mientras el metía su moto en los bajos y yo sacaba mi bici. Las miradas lo dijeron todo. Dos veces. La tercera fué fulminante. ¿Vives aquí por lo que veo? Sí, contesté. ¿Y tú trabajas aquí por lo que veo? Sí, contestó riéndose. Era sábado por la tarde. Salgo a las 6 me espetó. Ven a buscarme a las 7, le dije.
Así de simple e irracional. Ni a través de amigos, ni conocidos, ni lugares en común, ni la universidad, ni nada de nada... El tenía su circulo de amigos y su rutina que distaba un mundo del mio. Jamás nos hubieramos encontrado si él no hubiera estado en ese obrador trabajando aquellos meses de verano. De no ser por ese "capricho del destino" podríamos haber seguido años cada uno en su circulo sin jamás encontrarnos.
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