Había una vez una mujer que amaba a un hombre con devoción, con obsesión, con entrega absoluta.
Estaba segura que había encontrado en él al modelo exacto de sus sueños.
Un día fueron a navegar en un pequeño velero. Anclaron en una islita deshabitada y de vegetación frondosa. Las aguas eran cálidas y cristalinas, la playa estaba cubierta de arena fina, blanca y suave como el talco. Dejaron el velero y se echaron a nadar.
Después de un rato fueron a la playa y se tendieron bajo el sol tibio y generoso. De cara al cielo con los ojos cerrados, la mujer agradeció sin palabras, con su voz interior. Y además pidió.
Sus ruegos fueron para que ese hombre amado fuera felíz, completamente felíz, que la vida le fuera sencilla y a su paso encontrara comprensión, amor y paz. Con esa oración se quedo dormida.
Cuando despertó estaba sola…..Él se había ido en el velero. Es decir, los ruegos de ella habían sido escuchados.
Moraleja:
Nunca desees algo lógico…porque se te puede dar.
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