Elegir como opción "no enamorarse" resulta poco factible, pues las emociones acostumbran a venir emancipadas del poder de la voluntad, de tal modo que si el amor se presenta, que a veces lo hace de improviso, de poco sirve negarlo.
Lo que sí se puede es colocar barreras más o menos recias que dificulten esa invasión del amor, barreras que vendrían a ser como carapachos tras los que esconderse.... Pero lo cierto es que no siempre se puede estar huyendo, de modo que, a veces, al menor descuido, el amor se cuela por el resquicio más inesperado del caparazón.
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