Dedicado a María José E. C.
Dejaré de amarte, como a tantas
chicas que tuve ¡ay! que dejar,
porque sé que no me aguantas,
te he de olvidar.
Trajiste ilusión a mi pobre vida
llena de soledad y aburrimiento,
y tu risa, ¡ah, tu risa! fue la bebida
que resucitó mi vivir sediento.
Pero sé (¡otra más!) que ya nunca
te tendré ni te podré abrazar;
otra esperanza que en mí se trunca.
Te he de olvidar.
Sí, ya sé, amor mío, que (¡otra vez!)
llegué tarde para que fueras mía,
pues quizás en mi insensatez
a otra bella mujer yo quería.
Y en mi jardín, antaño hermoso,
ya no florecen las lindas rosas,
pues volvióse todo asqueroso
como se pudren todas las cosas...
Y en mis sueños gozoso te tuve
entre mis brazos sin descansar...
Creí morir al bajar de la nube.
Te he de olvidar.
Yo sé que pasará un día tras
otro, y un año tras otro año
y cualquier día me olvidarás
cuando me veas como un extraño.
Yo paso el tiempo viendo tu rostro
allá donde camine, viaje o vaya,
que ante tu bella imagen me postro
y mi pobre alma se desmaya...
Pero siempre intento de mi memoria
alejarte, mas sólo en ti puedo pensar,
y aunque dolorosa sea mi victoria
te he de olvidar.
Quién sabe si un día un amigo
te dirá que un tal "Jordi" murió de repente,
(el que te pidió amor, cual mendigo)
y tú dirás "vale", alegremente.
Luego, en una noche muy oscura
oirás que rompe el silencio un gemido
que se convierte en llanto, y murmura
tu nombre la voz de un "conocido"...
¡Y llorarás por mí, ese amante sin suerte,
que tanto cariño te tenía que dar,
pues comprenderás que ni aun en la muerte
te pudo olvidar!
