Responder al Tema

Iniciado por No Registrado

No he leído aún todos los comentarios. Me pone la idea de vengarme: claro, su mujer me importa poco. Pero es sólo morbo. No sé si llegaré un día a estar tan perturbado de verdad para hacerlo, supongo que no.

¿Es una locura dejar de hablarnos por un plantón? Bueno, ese plantón fue una forma cobarde de deshacerse de mí. Una especie de Ghosting en una relación. Supongo que se cansó de mí, lo aburría. Lo que me reconcome es que todo venía de largo en el sentido en que yo había adoptado la actitud de tolerar su comportamiento, que por entonces me parecía infantil, a veces insoportable, con unos cuantos complejos.

Supongo que adoptaba una actitud pasiva, pero es que por aquél entonces la lealtad me parecía lo más importante, eramos amigos al fin y al cabo, y los amigos son amigos, para lo bueno y para lo malo. Ahora sé que cada cual debe seguir su camino cuando llega el momento. La cuestión es que empecé a molestarle cuando él aprendió un poco más de la vida, ganó algo de autoestima, tal vez tuvo urgencia por echarse novia. A mí me cogió por sorpresa: era yo el que había tolerado sus niñadas y complejos y de repente se creía el rey del mambo y me empezaba a tratar de tonto y ya le molestaba.

Eso se notaba. Y un día, ni hablar las cosas ni nada... ghosting, pura humillación. A mí, que había sido leal a la amistad, me trataba de repente como un tarado. Total, para acabar casado con un chica que yo había rechazado. Lección de vida: no des consejos que no te pidan ni te rebajes nunca por temor a que los demás se sientan inferiores y ofendidos. Que cada cual se busque la vida, que somos mayorcitos.

Es cierto que tendría que haberlo hablado en su día, pero para cantarle las cuarenta y dejarle las cosas claritas. Hace unos años, bastantes ya, las dos o tres veces que le vi llevaba cara de amargado, y andaba siguiendo a su mujer unos pasos más atrás, mientras ella le daba ordenes sobre no sé qué de los niños. Hasta en una red social, profesional, puso una foto con cara de amargado.

El año pasado nos cruzamos por la calle. Ni siquiera sé si me vio, supongo que sí, pero era un absoluto extraño, como si no quedara absolutamente nada de la amistad que nos unió. Aún saludo a algún amigo en común, de la época del colegio, con gran cordialidad, como debe ser. Incluso saludo, aunque sea con un simple hola, a un medio amigo que nunca me calló del todo bien y que tuvo parte de la culpa de que todo muriese entre mi amigo y yo.

Pero con él, absolutamente nada. Ahora ya no tiene cara de amargado. Ahora va con esa cara que llevan algunos que se creen muy adultos y todo lo hacen muy muy en serio. Supongo que en realidad nunca aprendió demasiado de la vida. Espero que al menos esté enamorado de esa mujer a la que yo no le vi ningún atractivo (bueno, los ojos sí los tenía bonitos).

Bueno, a la mierda con él, que le den. Yo a su mujer no le daré, pero no saben lo que me me ha divertido cruzar las miradas con ella cuando he tenido ocasión. Son cosas que algunos y algunas hacen, ya sabemos las historias que hay sobre personas casadas, en la mayoría de los casos meros coquetos. No llevan a nada, pero cómo me divierte pensar que su mujer se ponía nerviosa cuando me miraba a los ojos cuando se ocupaba de si me molestaban las lentillas.

Al recordarlo me hace muchas gracia, y también alguna vez he pensado en qué habría pasado si la hubiera correspondido. Desde que todo hubiera ido bien y ellos nunca se hubieran casado, a que me hubiera acostado con ella antes de que ellos se conocieran, como si hubiera sido una venganza antes de tiempo y sin proponermelo. Aunque hubiera bastado con que hubiera salido con ella y se la hubiera presentado, como buenos amigos que eramos, para qué tal vez por eso nunca se hubiera fijado en ella, aunque hubieramos roto, precisamente porque había estado conmigo.

Él no tiene ni idea de que su vida ha estado en mis manos y le ha salvado que no tengamos el mismo gusto con las mujeres. Demasiado para quién me despreció así. Y todo sin proponermelo y sin venganzas. Y ya no se me calienta la cabeza pensando que ella sabía de nuestra amistad, eso sí que sería de locos.

Por terminar: imaginar que por arte de magia nos reconciliamos. Qué bueno estaría en el momento de que me presentara a su esposa, ver su cara cuando se diera cuenta de que precisamente se casó con el estrecho amigo de la infancia del chico con quién tenía sueños húmedos. Y eso si nos reconciliaremos, sin venganza de por medio, todo con mucho buen rollo...

Como poco, gracioso.