Este es un caso extraño y no porque una mujer o un hombre no puedan tener una necesidad compulsiva de sexo, algo que cuando ocurre se le denomina adicción al sexo; es extraño porque como todo en el ser humano se genera en la mente, en algún tipo de disfunción o carencia emocional, y sólo después se manifiesta en un desmesurado apetito sexual. Esto no libera a quien lo padece de caer, en algún momento, en la extenuación. Claro, dependiendo de la gravedad del problema antes o después volverá a sentir esa carencia, ese vacío, que tratará de calmar de la única manera que conoce: teniendo sexo.
Ahora bien, el/a adicto/a al sexo no es una persona ordenada y en su vida uno de sus mayores problemas es que no suele tener una sola pareja a quien le demande todo lo que su fantasía lo/a motiva. Porque en el centro de esa vorágine sexual está esa misma fantasía descontrolada y tal como se repite en las comunidades de adictos al sexo, el/a adicto/a es como otra persona que anida en el interior del que padece esta enfermedad, y esa otra persona que es la adicción, es desconcertante, peligrosa y traicionera. Aún cuando el/a adicto/a esté bajo tratamiento.
Este relato, no se parece a los cientos de relatos que se suelen escuchar en las comunidades de adicción al sexo, parece como si la chica sólo tuviera una urgencia genital, y eso sería más parecido a un problema donde no existiera todo el resto de lo que constituye la sexualidad… suena demasiado mecánico y tal cosa sólo existe en el mundo virtual del porno.
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