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El contacto 0 es una tortura lenta. Sobre todo al principio. Decidmelo a mí que hoy llevo justamente una semana (2º intento; la vez anterior me vine abajo a los 10 días).
Como anestésico contra esta agonía propia de masoquistas ¿qué hago? Pues como afortunadamente no estoy en paro, currar. No os confundáis, que no tengo ningunas ganas. Por mí, me quedaría en la cama, chupándome el pulgar de la mano derecha y maldiciendo mi suerte en posición fetal. Pero, pensándolo bien, ¿de qué me serviría?
Así que con esa jodida presión que tengo en el estómago desde hace un mes (cuando mi ex empezó a distanciarse sin dar explicaciones lógicas) trabajo, procurando pensar en el trabajo. Y cuando llega la hora de irse, pues me largo y pienso: "¡que buena tarde hace hoy!" (aunque haga un tiempo de perros) y me concentro en lo "buena" tarde que hace. Y deambulo por las calles, lejos de la zona donde vive ella, porque si no, el estómago me empezaría a doler demasiado. O el pecho. O el alma. O yo qué sé.
De momento, no tengo ninguna gana de entrar en bares, cafeterías o similares. Por supuesto, tampoco tengo ganas de salir por la noche así que, cuando llega el fin de semana, lo máximo que he conseguido es ir al cine. Y después, a casita a dormir. Pensar en el sexo (considerado por mí como la única razón por la que merece la pena vivir) me duele demasiado. Me provoca una indefinida tristeza que, claro, es un remedio muy eficaz contra la lujuria. Mano de santo, oiga.
Debo puntualizar que no tengo amigos. Quiero decir que sí los tengo, pero que se han dispersado. Muchos ya no viven aquí. Otros se han casado y andan ocupados en los asuntos propios de sus deberes conyugales. Otros, hace mucho que no los he vuelto a ver y ni siquiera sé dónde paran.
Así que en esas estoy. Con mis viejos alucinando por mi cambio de carácter (no saben por qué me pasa lo que me pasa) y con mi hermano bastante preocupado (este sí sabe lo que me pasa), pero viviendo en otro país.
La soledad es dura... Y con mal de amores, os lo podéis suponer...
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