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En los grupos sociales se ponen marcas, etiquetas e incluso 'calificaciones globales' a las personas que por ahí se cruzan y que interaccionan con uno de sus miembros. Por supuesto, también se habla de las relaciones 'serias', pero en un tono más confidente, y -dentro del grupo- con amigos más estrechos. Esto es genérico, sobre todo en entornos juveniles (en los adultos los 'acuchillamientos' a terceros son más sofisticados). Se ha de recordar que en los grupos de colegas, coleguis y chupipandillitas, hay tensiones internas, que por otra parte son necesarias, pero que comprometen a cualquier integrante que se sincera, dejando para lo más estelar lo más frívolo y con personas con las que no hay implicación emocional.
Es una dinámica en muchos grupos. Si alguien te hace tilín y te toca la patata de una forma seria, seria, le respetas, guardándote de no hacerlo en el calor de una juerga de tintorros y licores porque es seguro que dicha persona sea crucificada y se digan cosas feas. Sería una insensatez hacerlo.
La gran mayoría de personas, en esa rueda del hámster voraz, llamada 'rollitos de una noche' pues quedan retratadas en finas historias, de gran calor humano como: 'jo tío, conocí a una pava y nos fuimos al catre y dale dale, que te pego, así cuarenta minutos; y al día siguiente me hizo veinte perdidas pero no sé tío, no me van los rollos de pasear, cine y pamplinas, por lo que me temo que la pobre se haya fijado en lo gran persona que soy y en lo grande que soy en otros aspectos (jiji, risitas maliciosas); y bueno, el próximo finde a ver si me topo con Laura, la que me llevó a su chalet de Tordesillas y siempre nos emborrachamos, solemos acabar con una moña que lo flipas, nos vamos a la alberca de su finca que huele a cloro y nos pone los ojos como sapos, nos tocamos demasiado y... (una vez fallé en la marcha atrás, ¿te conté?)'.
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