Algunos, ya habéis sido castigados con mis comentarios sobre el amor clásico, o total, al cual he renunciado con el fín de mantener adecuadamente equilibrada mi mente. Pura profilaxis.
Pero un romántico en su filosofía de vida, no sobreviviría como tal si no tuviese ninguna clase de amor. Y yo, además de ser romántico, tengo verdadera pasión por las mujeres.
Existe otra clase de amor que me permite, sin secuelas cerebrales como la tradicional, disfrutar de un razonable, tranquilo y a la vez ilusionante amor. Yo vivo el amor como una excitante ilusión. Cuando conozco a una persona, siento las hormiguitas en mi estómago si creo que es especial. Ahora, jamas me lío con una persona que no sea especial, que no tenga la chispa necesaria en su mirada o que no note en ella el encanto de la libertad. Ya no echo polvos; hago el amor..., sin estar enamorado.
Ese amor trágico convencional, se sustituye por el cariño, la amistad, la libertad, la ternura, la complicidad, la sinceridad, la sensualidad y la pasión. En el fondo, son los mismos atributos de un amor racional, excluida la palabra amor y sustituída por el cariño.
Se trata de mantener a raya el amor, no dejándolo en ningún momento superar al cerebro; siempre por delante... el cerebro, dirigiendo y contrrolando al amor. Y ya está...así de fácil. Todo está en nuestra mente, y ella es suficientemente buena para mantener a ralla los niveles adecuados de amor.
Cualquier cosa, menos la locura a la que conduce el tradicional amor.
Solo hace falta disponer de una mente equilibrada.
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