El ejemplo más claro de esto, lo tenemos en la final del Mundial 74 entre Alemania y Holanda. El equipo naranja tenía mejores jugadores en conjunto y técnica, pero los alemanes tenían sangre fría y afán de superación, pese a no tener tanta técnica como los holandeses. Ganó el equipo teutón, con goles de Paul Breitner, y sobre todo el decisivo de Torpedo Muller, el gran goleador alemán
Los holandeses estaban dominando sin parar, pero no metían goles, pese a que llevaban ganando desde el minuto 2 de penalty lanzado por Neeskens. Los alemanes parecía que no hacían nada, y Muller no perdonó al final, cuando llego claramente. Los holandeses perdonaron muchísimo. Ahí estaba la diferencia
Bien alto y claro dijo Cryuff: No ganó Alemania, perdimos nosotros. Más cierto imposible
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