Siempre, con respeto, he salido
a visitarte.
A robar de tus entrañas tu preciados
tesoros.
No siempre lo has puesto fácil y hoy has
decidido no dejarme salir.
No lloreís por mí, pues ya siento
la paz.
Desde mi lecho flotante me despido,
me voy de la mano de quien me robo
el corazón y dio de comer a los míos.
No sintaís odio por quien me lleva, seguid
entrando en su casa, aceptando su generosidad
y asumiendo su ira.
No os conformeís con mirar el horizonte desde tierra
sería como soñar despierto sin poder conciliar el sueño
creedme!!!, aquí no se ve la sangre de las gentes laborantes
de las gentes perdidas...
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