El sábado amaneció medio nublado pero para mí lucía el sol, me estiré en la cama y me acaricié mi barriguita… el sigue con nosotros sano y fuerte, con ganas de vivir. Me giré hacia la derecha y allí estaba colgado mi vestido de novia, me recordó que el día había llegado. Me levanté extrañando a mi ya marido, el se había ido a dormir a casa de sus padres y yo me quedé en casa acompañada de mis padres, las tradiciones no se deben perder… jejejee. Me levanté y mi madre me esperaba con el desayuno preparado, unas ensaimadas recién sacadas del horno y mi café con leche… me quedé absorta en el café, pensando en como extrañaría aquellos momentos y olores cuando estuviéramos en Vietnam. Poco a poco fue amaneciendo del todo y mi casa empezó a ser un hervidero de gente, mis hermanos, sobrinos, fueron apareciendo poco a poco… yo estaba muy feliz, casi sin nervios… organizando todo y a todos (soy un poco sargento..jejej)
Mi hermana que es peluquera se encargó de mí, me puso guapísima mientras cotilleábamos sobre los vestidos y las anécdotas que habían pasado en la mañana.
Sin darme cuenta llegaron las 11 de la mañana, hora de salir hacía el puerto, allí nos esperaba el velero donde celebraríamos la boda.
Mi marido ya estaba esperándome… en ese momento sí me puse nerviosa, histérica diría yo. Habíamos puesto una alfombra color lavanda que llevaba desde el coche hasta el pequeño altar (pasando por pasarela), debía medir unos 20 metros y a mi me parecieron 2 km, me temblaba todo el cuerpo, menos mal que mi padre estuvo al quite y me ayudó… cuando llegué a la altura de mi pareja ya tenía los ojos llenos de lágrimas, el también. Nos fundimos en un abrazo, tan fuerte, que creo que nos hicimos daño, la gente empezó a aplaudir (se que esto suele pasar al final de las ceremonias… pero es que somos súper originales…jejeje) bueno, después de esto todo fue rodado, empezó la ceremonia a medida que el velero se alejaba de la costa, fue muy emocionante, las personas importantes en nuestras vidas escribieron cartas y nos las leyeron, con muchísimo amor, creo que lloró hasta el juez de paz. Nosotros nos dijimos también unas palabras, mi marido me escribió una carta preciosa, a mi y al pequeñ@... La verdad es que fue maravilloso. Después la celebración fue una pasada, poquita gente, pero muy bien avenida, mucho amor, mucho afecto, muchas lágrimas y promesas. Fue como una despedida, ya que en 20 días nos vamos ya para Vietnam. La luna de miel la vamos a pasar en casa, con la familia, para poder despedirnos bien, aunque igualmente será muy difícil irnos.
Sólo quería compartir esto con vosotros ya que dentro de poco me será difícil leeros y la verdad es que me ayudasteis mucho en su momento.
Un abrazo y hacerme el favor de ser eternamente felices.