El amor, su viejo enemigo, le acecha, le ronda, le olfatea, como un animal que se esconde pero cuya presencia adivina alrededor, con uñas, con ojos ardientes. Por alguna parte de la pulpería se despereza ahora ese amor que enciende sus llamas secretas y que le obligará a partir. Su vida monstruosa ha sido eso: partir, partir en cuanto el amor alumbra. Y el amor alumbra todas las veces, en todas partes, en todas épocas. ¡Ay, si la falta fue grave, también es terrible el castigo! Llegar, partir; con la eterna, la infinita zozobra frente a ese amor que, eludido, torna a formarse ya crecer,a modo de enredadera que llena el aire de látigos y le impulsa a andar, a andar de nuevo, a andar...
Manuel Mujica Lainez
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