Aprender a Ver, y no sólo a Mirar

Syfo-Dias

Aprender a Ver, y no sólo a Mirar

Desde siempre nos han enseñado, como acto de fe, a creer que vivimos en una realidad ordenada, gobernada por reglas cartesianas y fiada únicamente a la información que nos trasladan nuestros sentidos físicos. Una realidad en la que sólo existe lo que se ve, y que como tal debe valorarse. Una realidad en la cual es lo aparente, la cáscara, lo externo, lo inmediato o lo que piensan los demás la única certeza.

Una ficción disfrazada de realidad, más bien.

Hemos aprendido a valorar el éxito profesional como una discriminación cualitativamente positiva en los demás. Un físico bonito es la expresión del valor de una persona, dejando al resto, al adonismo (1), el relleno de la tarta, porque cuando se contrasta lo que es con lo que parece los elementos faltantes hay que completarlos, en esa especie de sudoku emocional que vemos como correcto. La posesión de elementos materiales (coches, casas, joyas, elementos de consumo) como la posibilidad de poseer nosotros mismos esos bienes, y mejorar así nuestra vida.


Lo que nadie nos ha enseñado es a Ver. A ver con los ojos de la verdadera realidad, esa que existe más allá de la materia. No hemos aprendido a ver el Ser de los demás, y nos contentamos, estúpidamente, con ver la Forma, o como mucho la manifestación entre uno y otro que es la Mente.

Mirar no es lo mismo que Ver.

Mirar lo podemos hacer en cualquier momento, y es un gesto que generalmente se agota en el mismo momento que se ejercita, sometido al tiempo y distorsionado por nuestro Ego, esa mochila emocional que cargamos y que contiene nuestros miedos, nuestras ansiedades, nuestras carencias y en general todo aquello que no nos sirve para nada en nuestro avance como personas trascendentes. Es, entonces, una reacción, un algo inmediato que no deja impronta, pero que puede afectarnos una vida entera. Es fijarse en quien no debemos, sólo porque nos parece más atractivo, mejor partido, más popular o alguien de quien presumir. Es una postura acomodaticia de quien no quiere buscar, y se conforma con un mensaje sencillo, telegráfico, que no le aporta nada y que a su vez no requiere de ningún esfuerzo.

Ver es algo distinto. Es poder contactar con los ojos de una persona y saber qué siente. Saber si ha tenido un mal día. Saber si fue un niño triste. Saber si ha vivido mucho más de lo que parece. Ver es valorar sin juzgar, dar la oportunidad de aprender. Ver es Responder. Ver es Reconocer.



No existen las casualidades. Si Reconoces es porque Recuerdas. Y si recuerdas es porque hay algo más trascendente detrás, allá donde sólo tu evolución personal te puede conducir. Donde nadie más que tú puede llegar, y un lugar donde a muchos no les interesa que llegues.

Mirar lo hace el cuerpo y la mente. Ver sólo puede hacerlo el Ser. Y en esa sutil pero inmensa diferencia es en lo que se miden las relaciones de verdad, las de espíritu a espíritu, y en las que se agusanan, pudren y mueren el resto, la inmensa mayoría de las demás (2), porque sólo se basaron en humo y apariencia.

Piénsalo cada vez que rechaces a alguien por la primera impresión de tus sentidos. Cada vez que te decepciones. Cada vez que prejuzgues. Piénsalo cuando tu objeto de deseo te ningunee, te desprecie o te maltrate. Piénsalo cuando idealices. Piénsalo cuando te resistas a que alguien se marche y quieras retenerlo a tu lado.

Piénsalo en el silencio, en los hechos y en tu intuición, y tal vez encuentres a la vuelta de la esquina aquello que siempre quisiste y que nunca pudiste escuchar en medio del ruido.

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(1) Adonismo: juego de la mente mediante el cual se atribuyen cualidades erróneas en otro (bondad, madurez, serenidad,...) confundido por su belleza, su apariencia, su conducta o su mente. Propio de edades tempranas, tanto cronológicas como espirituales.

(2) Aproximadamente, tres de cada cuatro relaciones actuales. Que exista un índice tan alto de rupturas, divorcios, maltratos y amistades con derecho a roce no es ninguna casualidad.